El arte ASCII es un arte digital despojado de toda complejidad, sencillo y puro, que nació en una época mitológica, allá lejos en la década de los ochentas, en el núcleo mismo de la revolución del ordenador personal. La premisa es simple: tomar una limitación técnica y convertirla en manifiesto estilístico, transformando texto en imagen -y no cualquier texto. El estándar ASCII es un conjunto básico de caracteres latinos, un límite necesario en una época en que la memoria era un tesoro: hoy en día cualquier dispositivo móvil tendrá emojis, pero por aquel entonces dibujar caracteres complejos habría sido una orgía del desperdicio. Ese mismo límite permitió el desarrollo de esta forma de arte rupestre y digital.
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Estos caracteres son los únicos elementos con que cuenta el artista; no hay animaciones ni efectos, no hay texturas ni colores. No hay código ejecutándose detrás de escena, sólo un tapiz digital construido sobre caracteres, signos formando signos en un editor de textos, tranquilamente el Bloc de notas de Windows. Una serie de signos de numeral ubicados de manera arbitraria en la pantalla, rodeados por signos de exclamación y algún signo de pregunta perdido -un par de caracteres alfanuméricos (sin sentido semántico), una firma; del artista o del colectivo al que pertenece. Signos formando signos, algunos tendrán sentido, otros más -algunos ni un poco. Nada más.
Los zines de arte ASCII son archivos txt de colección, engendros mutantes de textos técnicos y artísticos acompañados por los graffitis de la era Mac. En otro tiempo no era raro que grupos de hackers fueran conocidos tanto por su destreza y habilidades técnicas como por la calidad de su arte ASCII que distribuían en la scene. Hoy sobrevive de la mano de algunos grupos, todavía vigentes, que cuentan historias de rombos formados por barras y puntos por ojos; historias de la lucha del bien contra el mal y eso de que ninguno de los dos en realidad existe. Curiosamente también sobrevive en el plano de los torrents: ese archivo curioso y a veces molesto con instrucciones para descomprimir y crackear, o con información sobre la calidad del audio y el video, repleto de símbolos y el logo en ASCII del grupo responsable por el ripeo, es la versión actual del archivo file_id.diz que nos daba la bienvenida cuando nos conectábamos a una BBS.
Hoy en día se nos presenta una falsa dicotomía entre lo analógico y lo digital; de acuerdo a este maniqueismo, el Mundo Real adquirió la melancolía en oferta en Amazon con envío gratuito. Lo analógico se ve entonces bajo un filtro de Instagram que probablemente no se pueda emular bajo condiciones naturales. Con su sencillez y orígenes míticos el arte ASCII devuelve parte de la melancolía al reino digital: nos remite a una época en que ninguno de los males que nos agobian en la actualidad podían ser concebidos (salvo en novelas de Ballard, Dick, Burroughs o Wilson, por supuesto). Un mundo digital sin ads ni analytics, sin sobrecarga de información ni filtraciones de seguridad cotidianas ni la NSA. Probablemente esta melancolía y la nostalgia por una época on line más civilizada (aunque irreal) llevan al artista ASCII a utilizar la fuente Topaz, presente en el sistema operativo Amiga, en que nació la escena de arte digitsl contracultural.
Dada la enorme y probablemente innecesaria complejidad de las esferas digitales de comienzos del siglo XXI el arte ASCII nos obliga (nos pide amablemente, en realidad) a percibir la digital de otro modo, con la vista menos cansada y el corazón más abierto. A reclamar más allá de las diferencias y a ver la digitalidad con ojos analógicos y el Mundo Real con una sonrisa digital. Para disfrutar de un zine de arte ASCII debemos abrir el archivo con un editor de texto (o un navegador web) y de un mouse cómodo para scrollear y scrollear durante decenas si no cientos de kilobytes de texto plano que, construidos bajo el ánimo adecuado, alterarán la realidad, conduciéndonos a un mundo digital y primitivo.
Blaze
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